“Hoy puede ser un gran día” y lo sentí desde el momento en que abrí mis ojos y apagué el despertador.

Comenzar el martes sabiendo que iniciaba mi participación en la tercera edición del programa “Mujeres Inversoras” me encendió el cuerpo. Saber que puedo ser parte de esta red, aprendiendo de grandes mujeres, conociendo historias de emprendedoras, colaborando a concretar sueños y a achicar brechas de género, me hace feliz a la vez que me interpela.

Este 7 de marzo, gracias a Socialab Uruguay, ONU Mujeres, OMEU Uruguay e Inefop, un grupo de 30 mujeres comenzó un viaje por el mundo de las inversiones con lentes de género. Este programa es un espacio de formación y asistencia técnica innovador, que propone conectar y capacitar a mujeres en temáticas de inversión.

Carmen Correa (CEO de Promujer) y Sylvia Chebi (Cofundadora Thales Lab; Presidenta en URUCAP) iniciaron este ciclo con una master class de inversiones con lentes de género y un taller de networking efectivo e indoloro. Fue una mañana cargada de energía femenina donde mientras nos conocimos y conectamos, aprendimos sobre los procesos de inversión, las métricas de impacto, cómo trabajar la equidad de género de manera transversal y cómo poder vencer miedos y animarse a salir de la zona de confort.

En el transcurso de la mañana, Sylvia compartió parte de su historia a través de una charla muy inspiradora. Me encontré escuchando atenta y emocionada cada paso que dio, con sus aciertos y sus errores, con sus inexperiencias en el mundo de la inversión por un lado y todo el caudal de conocimiento específico por el otro. En cierto momento se detuvo, nos miró y aseguró: “las personas siempre están dispuestas a ayudar”. “¿Quién no quiere ayudar a otra persona o ¿quién no quiere dar un consejo?”

Desconozco si todas las personas siempre quieren ayudar. Sé que yo sí quiero colaborar. Quiero aportar desde mi lugar a otras mujeres, ayudarlas en algún momento en su camino a concretar sus ideas, acompañarlas a pensar en grande. Desarmarse de mandatos y estructuras limitantes que ya dejaron de ser nuestras, y animarse a saltar al vacío. Ninguna persona está condicionada a hacer determinada actividad solo por el hecho de ser. Al menos, no debería. Al igual de que ninguna persona debería tener limitado el acceso a ciertos lugares por su género. Estoy cansada de escuchar el concepto del “techo de cristal”. Son incontables la cantidad de ventanas que estallé de pequeña con la pelota de fútbol jugando con mi hermano. Ni les cuento lo que pasó el día que me dijeron “tú aquí no vas a crecer, por el techo de cristal. Entiendes?”

No es sorprendente decir que las mujeres inversoras son pocas. En España, solo el 9% de los Business Angels son mujeres y en inversión de capital de riesgo la tendencia baja a 6%, mientras que en América Latina, solo el 8% de las personas inversoras son mujeres.

En cuanto al universo de las mujeres emprendedoras también hay mucho para decir. Las mujeres representan el 49,59% de la población mundial y en Uruguay el 52%. Sin embargo, cuando hablamos de la proporción de emprendedoras sobre la población económicamente activa, la estadística baja considerablemente a un 9,9%.

Sin dudas, hay una infinidad de estudios y datos para ampliar información en estas temáticas. Mi interés particular es destacar el trabajo que se viene realizando desde estos programas para trabajar la equidad de género, para empoderar mujeres y acompañarlas a concretar sus sueños. Habito mi lugar entendiendo que vale cada minuto donde pueda trabajar “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.

Gracias por este maravilloso regalo. Para mí. Para nosotras.

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